Número noventa y uno

Para las noches que no puedas dormir recuerda que estoy aquí,
tanto cenicero,
como cementerio
(y hasta basurero)
de cada uno de los suspiros que dabas por el chico de tus sueños,
todos acaban por morir cuando los vuelves a recordar.

Tanta sal de las primeras lágrimas,
tantos minutos atascados en un corazón de expectativas y desamores
en forma de póster
que no eran tantos amores como creías.
En un teléfono de dos mil cuatro susurrando hasta Barcelona,
en un vistazo al barrio que ha visto tus bragas tendidas mientras se secaban.

Te supe a menta, a fresco en verano, a música en invierno, a orgasmo escondido,
mirando el humo de un cigarro que fumaba el chico de hierro.

Estaré para empujarte hasta el cielo cuando me busques en tus desesperos.


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